Antes de empezar a hablar sobre terapias complementarias, vamos a definir muy bien a qué se refieren para diferenciarlas del resto de tipos de terapias que existen:
- Medicina complementaria: como el caso de la acupuntura en pacientes oncológicos, es la que se utiliza a la vez que los tratamientos médicos convencionales, para ayudar a paliar determinados síntomas.
- Medicina Alternativa: Se utiliza como sutitutivo de la medicina convencional, como algunas dietas o terapias de hierbas.
- Medicina Integrativa: estas terapias combinan la medicina convencional con otras prácticas de la medicina alternativa y complementaria, atendiendo mete, cuerpo y espíritu del paciente como un todo.
Mientras que algunas terapias de la medicina alternativa, no probadas científicamente y sustiytuyendo los tratamientos convencionales, pueden llegar a ser altamente perjudiciales para los pacientes, algunos métodos – como la acupuntura o el yoga- sí han demostrado ayudar a mejorar efectos secundarios como el dolor, las náuseas o la fatiga.
Por lo tanto, en este post vamos a hablar de aquellos tratamientos que, bajo la supervisión médica y utilizada conjuntamente con el tratamiento oncológico, ayudan a paliar los efectos secundarios y mejorar la vida de los pacientes con cáncer.
Según la AECC, podemos clasificar las terapias complementarias en los siguientes tipos:
Terapias biológicas:
Las hierbas, minerales y derivados de plantas pueden ser potencialmente peligrosos a la hora de utilizarlos en los tratamientos de cáncer sin conocimiento. En algunos casos, su uso además de no reducir la incidencia de cáncer, puede llegar a incrementarla y se aconseja evitarlos durante los tratamientos de quimioterapia, radioterapia o previos a una intervención quirúrgica.
Según la AEACC, por ejemplo, la hierba de San Juan puede alterar la eficacia de la quimioterapia, al igual que el consumo en exceso de las vitaminas A y C. El betacaroteno, por su parte, podría incrementar el riesgo de cáncer de pulmón y la vitamina E, el riesgo de sangrado consumido en exceso y junto medicaciones anticoagulantes.
Asimismo, no están probados científicamente los beneficios de estas sustancias en el tratamiento de cáncer.
Terapias sobre cuerpo y mente:
Mientras que la bioneureomoción o biodescodificación contradicen las evidencias científicas sobre el origen del cáncer y son completamente contraindicadas según la AECC, la práctica de otras como la meditación, yoga o chikung han demostrado ayudar a llevar mejor el impacto diagnóstico, los efectos secundarios o la asaptación a la enfermedad.
La práctica de yoga, por ejemplo, se ha incluido recientemente como terapia complementaria en una clínica valenciana para reducir, en las pacientes de cáncer de mama, la fatiga y la inflamación provocadas por el tratamiento convencional.
Métodos de manipulación basados en el cuerpo:
Los masajes y osteopatía estarían de tro de este punto, y aunque han resultado positivos en cuanto al manejo del dolor o el tratamiento del linfedema (drenaje linfático manual), deben realizarse con precaución.
Existe el riesgo de fractura en pacientes de metástasis óseas, y en conjunto con medicación anticoagulante pueden dar lugar a hematomas. Además, hay que evitar realizar los masajes directamebte sobre prótesis, tumores (riesgo de diseminación), trombos o tejidos dañados por la cirugía.
La ozonoterapia y sus efectos antioxidantes son muy efectivos también en pacientes con cáncer, mejorando la calidad de vida del paciente a la hora de enfrentarse a la quimioterapia.
Aunque el tema de las terapias complementarias en el tratamiento del cáncer es muy extenso y complejo, la web de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) cuenta con un extenso catálogo de sustancias y métodos complementarios, sus usos más habituales y los efectos secundarios de cada uno.
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